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Renne Magrete |
Había una vez mi casa, que era otra, y al regresar de
cualquier sitio el camino era distinto, el abrir de la puerta y el entrar.
Hubo cuando siempre esperaban los mismos dentro y también hubo
cuando nunca sabía quién podía llegar. Hubo un portal luminoso, hubo cuando al cerrar se notaba la
humedad, cuando saliendo prometía un regreso, cuando llegar se hacía en dos veces,
la primera antes y la segunda después de
los incontables escalones verdes…
Una vez hubo un silencio
a padres y hermanos recién dormidos, un olor a los mismos acabados de
despertar, hubo cuando el olor eran cenizas de fuegos, de los demás, y a veces
hubo también la acidez del olor a café templado (tan idéntica siempre, por cierto, que
he pensado que así huele el descuido), hubo olor a desorden empolvado, a recién
pintado... Hubo el eco del principio y
el eco del final, varias veces. Hubo el seis, hubo el doce, tal vez el uno, el ocho
y el siete juntos, el no volver y el no querer
quedarme sola.
Ayer estabas cuando llegué y todo parecía en su sitio, como
siempre lo parece estar.